¿Sirven para algo las humanidades?
Abandonaíta que tenía la página, aun cuando algún articulillo está medio pensado, pero al leer lo que ahora copio, no pude por menos que recordarla y decirme: tate, esto es válido para la universidad también. Porque ésta, con el EEEEEEEEES y las boloñesas salsas, nos llevan por el mismo estúpido camino. Así que, tal y como de dicho, copio. Y lo hago de http://www.lainsignia.org/2006/marzo/cul_028.htm
Ahí va:
A fuego lento¿Sirven para algo las humanidades?
Mario Roberto Morales
La Insignia*. Costa Rica, marzo del 2006.
El paso de la escritura ideográfica a la alfabética implicó la creación de un sistema escritural móvil que, combinando un número limitado de letras y palabras, es capaz de captar y transmitir la diversidad dialéctica de lo real. La riqueza de un idioma -expresada siempre en su mejor literatura- refleja por ello la mayor complejidad y sofisticación de una cultura. De ahí que mientras mejor léxico y sintaxis maneje una persona, su comprensión de la realidad sea más precisa y profunda. No es cierto aquello de "lo sé pero no lo puedo explicar". Si algo no se puede explicar verbalmente es porque no se comprende, pues es imposible pensar sin palabras. Éstas posibilitan al ser humano no tener que señalar los objetos para referirse a ellos y a sus redes de relaciones. El hecho de que el individuo actual sólo use unas pocas docenas de palabras para vivir, trabajar, divertirse, amar y soñar, expresa hasta dónde llega su entendimiento del mundo. Esto resulta del intelicidio educativo provocado por la sustitución de la palabra por la imagen publicitaria, y de la incorporación de esta sustitución a la pedagogía por medio de la "tecnología en el aula". Si antes pasamos de una rica oralidad y visualidad a la cultura letrada, ahora hemos llegado a otra oralidad y otra visualidad, más pobres, que facilitan nuestra entrega acrítica al consumismo. La intencionada marginación consumista en el sistema educativo de la cultura letrada por la audiovisual (pudiendo ser complementarias) es la causa de esto.
Todos necesitamos desarrollar una mente analítica ante el mundo, pues eso nos capacita para discernir con criterio propio nuestras decisiones frente a alternativas complejas. Esto lo proveen las humanidades, siempre que no se enseñen como inútiles y aburridos saberes desfasados por parte de pedantes profesores con pose de ratones de biblioteca, los cuales a muchos jóvenes les parecen -con absoluta razón- ridículos y obsoletos; sino como elementos históricos que han cumplido y cumplen una utilidad específica si se los domina con propiedad, pues su riqueza y eficacia jamás pueden ser sustituidas por ningún esquemático know-how. Si ciertos gobernantes fueran un poco más cultos, el mundo tendría menos problemas. Si los profesionales técnicos supieran hablar y escribir con propiedad, y explicarse cuestiones elementales de la sociedad, no acusarían esa bochornosa incapacidad para procesar críticamente lo que afirman y para explicarse una obra de arte o un texto literario, emblematizando así lo que el intelicidio educativo le ha hecho a la humanidad.
Gracias a él, el gusto por la lectura ya no llega a nacer en millones de personas. No es cierto que una imagen valga más que mil palabras, a menos que nos estanquemos en un grado fenoménico y primario del conocimiento. La utilidad de las humanidades en un mundo en el que el desarrollo libre de la inteligencia individual es inhibida por el sistema educativo al sustituir la lectura por las imágenes y el conocimiento crítico por la habilidad técnica (en lugar de complementarlos), reside en que son las únicas disciplinas que pueden revertir el intelicidio formando personas capaces de discernir y de tomar decisiones autónomas. Nada hay más práctico que un saber que libera de la masificación consumista y eleva nuestra condición humana individual, libre y creadora. Pero como el consumidor ideal es el ignorante, los adoradores del mercado ven a las humanidades como subversivas y se han propuesto ir acabando con ellas mediante sus reformas educativas. La lucha por su replanteamiento adquiere relevancia primordial ahora, cuando el auge inducido de toda clase de fundamentalismos ha puesto de nuevo en la agenda emancipatoria de la humanidad la defensa irrestricta de los principios de la Ilustración.
(*) También publicado en A fuego lento